Benito Cereno by Herman Melville

Benito Cereno by Herman Melville

autor:Herman Melville [Melville, Herman]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Ficción, Cuentos y Novelas cortas
editor: Feedbooks
publicado: 1855-03-15T00:00:00+00:00


'Maldito criado y su fidelidad -pensó el capitán Delano-. ¡Qué coincidencia más fastidiosa!'

Posiblemente, el fastidio podría haberse convertido en algo peor de no ser por la vigorosa confianza que le inspiraba la brisa. A pesar de ello, sintió un leve remordimiento al asociar en su mente, de manera súbita e indefinida, a Babo con Atufal.

-Don Benito -dijo- le traigo buenas noticias; la brisa se mantendrá y ganará fuerza. A propósito, su enorme reloj humano, Atufal, se encuentra ahí afuera. Supongo que por orden suya.

Don Benito se encogió como respondiendo a la punzada de una leve sátira, tan hábilmente aderezada con aparente cortesía que no dejaba lugar a réplica.

'Es como si lo hubieran despellejado vivo -pensó el capitán Delano-, ¿dónde se le podría tocar sin provocarle un estremecimiento?'

El criado se situó delante de su amo para arreglarle un almohadón; recobrando su cortesía, el español respondió fríamente:

-Tiene razón. El esclavo se encuentra donde lo ha visto cumpliendo mis órdenes, las cuales especifican que si a la hora indicada estoy aquí abajo, él debe quedarse ahí y aguardar mi llegada.

-Perdóneme, pues, pero eso es realmente tratar al pobre sujeto como a un ex rey. ¡Ah, don Benito! -dijo sonriendo-. A pesar de la libertad que usted permite en algunos aspectos, mucho me temo que, en el fondo, sea un amo implacable.

Don Benito se estremeció de nuevo y esta vez, según pensó el buen marinero, a causa de un auténtico remordimiento de conciencia.

La conversación volvió a enfriarse. En vano el capitán Delano le hizo notar el ya perceptible movimiento de la quilla surcando suavemente el mar; con la mirada apagada, don Benito respondió con pocas y discretas palabras.

Entretanto, el viento que se había ido levantando gradualmente sin dejar de soplar en dirección al puerto, arrastraba velozmente al San Dominick. Al doblar un saliente, el velero apareció en la distancia.

Mientras, el capitán Delano había vuelto a trasladarse a la cubierta, permaneciendo en ella unos momentos. Finalmente, tras haber modificado el rumbo de la nave para evitar encontrar el arrecife, volvió abajo por unos instantes.

'Esta vez conseguiré que mi pobre amigo levante el ánimo', pensó.

-Vamos cada vez mejor, don Benito -pregonó mientras volvía a entrar con aire alegre-, pronto acabarán sus preocupaciones, al menos por algún tiempo. Pues, como ya sabe, cuando, tras un largo y triste viaje, se echa el anda en el puerto, parece aligerar el corazón del capitán de todo su enorme peso. Navegamos de mil maravillas, don Benito. Ya tenemos mi barco a la vista. Mírelo a través de esta puerta ¡Ahí lo tiene, con todo su aparejo! El Bachelor's Delight, mi buen amigo. Ah, cómo levanta el ánimo este viento. ¡Ea!, esta noche habrá de tomar una taza de café conmigo. Mi viejo mayordomo le preparará un café mejor que el que haya probado nunca ningún sultán. ¿Qué me dice, don Benito, vendrá?

Al principio, el español alzó los ojos febrilmente, lanzando una ansiosa mirada hacia el velero, mientras el criado, con silencioso interés, le miraba cara a cara. De pronto, reapareció su viejo ataque de fríos temblores y, dejándose caer sobre los almohadones, guardó silencio.



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